miércoles, 25 de enero de 2017




VICENTE ESPINO-JARA

Rafael Delgado,
en la memoria
educativa y literaria

El salón de actos del Colegio Preparatorio, es el recinto histórico idóneo para recordar al distinguido cordobés, escritor, poeta, novelista y ejemplar profesor que contribuyo a forjar en Orizaba como en Xalapa, varias generaciones de jóvenes bachilleres; el maestro Rafael Delgado y Sainz, quien el 20 de mayo de 2014 cumplió 100 años de haber fallecido, justo en el interior del edificio del Colegio Preparatorio de Orizaba, donde se desempeñaba como director, así quedó inscrito para la posteridad en una pequeña placa de mármol al pie del actual Palacio Municipal de la ciudad “nupcial”  como él la llamaba por su cotidiana y densa neblina. (…de entonces). Él está presente, a través del estupendo retrato[1] que le hiciera el maestro catalán Joan Bernadet y Aguilar, para horrar su memoria y recordarlo desde su origen como ex–alumno y su trayectoria docente al frente de las asignaturas de Español y Literatura.
De su paso como educando del antiguo Colegio Nacional de Xalapa, comparto un poema intitulado Diurno, que se supone inédito:

Pues bien, yo necesito decirte padre mío,
Que estoy modorro y lánguido de tanto parrandear;
Que ya se acerca Octubre, que ya comienza el frio;
Que tengo las materias flotando en el vacío.
Y dicen, y es seguro que me han de reprobar

Yo quiero que tu sepas que al expirar el año
Me siento ya sin fuerzas, con ganas de morir;
Que no quisiera darte tan fiero desengaño,
Que temo el gran desastre, que temo hacerte daño
Y que antes que suceda lo debo yo decir

De noche cuando pongo mi sienes en la almohada
Y muy abrigadito me empiezo a revolver
Pensando en los exámenes, me digo: ¡Si no es nada!
¿Por qué te asustas, chico, si al fin de la jornada,
con cero o sin ceros, que te ha de suceder?

Confieso que en Enero me dije: ¡El mundo es mío!
¡Quién piensa en el colegio! ¡Quién piensa en estudiar!
Y fue pasando el año, y vino el fin, sombrío
El mes de Octubre tétrico, interminable y frío
Y no hay poder humano que me haga trabajar

Corral está furioso, y acaso es necesario
Matarse como un burro para poder pasar…
Encuentra en cada alumno un mozo perdulario
Y en esto miro al triste funesto corolario
Que en jerga de estudiantes se llama reventar

Nogueira esta rabioso; Miss Fay[2] está que brama,
Que a veces no gustarle cuando le dicen yes
Que los pronunciamientos la ponen en la cama…
Y agrega Mr. Bauza[3]  ardiendo en noble llama:
No hay uno, ni Tinoco que llegare a hablar inglés.

Comprendo que a estas horas diréis allá en la casa:
Ya pronto viene el niño, muy guapo y muy feliz…
Arréglenle su cuarto… ¡Cuidado quien se atrasa!
Y yo me digo a solas ¡No saben lo que pasa!
Ignoran que estoy bota y el mal es de raíz

A veces pienso en daros la eterna despedida
Fugarme de Jalapa, largarme al militar,
La vida del soldado es vida divertida,
Lucir el uniforme, y con la frente erguida
Subir, bajar y a todas constantes enamorar

¡Qué hermoso hubiere sido el caminar derecho,
Con sin igual empeño y ruda aplicación!
¡De sol a sol estarse pegado en el barbecho!
¡Qué grande la distancia que va del dicho al hecho!
¡Qué triste y vergonzoso el magno revolcón!

Figúrate que hermoso el viaje y la llegada…
La novia dichosísima, con rostro de clavel;
La música del pueblo sonora y acordada
La casa muy alegre fandango y tamalada
Y yo espoleando el flaco pacífico corcel

Bien sabe dios que ese era mi más hermoso sueño;
Mi dicha incomparable, tu gran satisfacción!
Pero salió borrego mi estudiantil empeño…
¡Por dios que no te enojes y que tu adusto ceño
Se torne en cariñosa y dulce compasión!

Prometo (¡te lo juro!) que voy a hacer la lucha
Y que el año próximo me portare mejor…
¡Papá, no me regañes y por favor escucha!:
Remíteme diez pesos que mi pobreza es mucha
Y que si no me ayudas me faltara valor.[4]

Sin duda, es un poema compuesto a partir de la taciturna desesperación que le abrumaba, pero que encausado en un remolino de pasiones de su alma le llevaron a buscar alivio en la mismísima lengua de amor filial a su padre, por el insoportable sentimiento de no acreditar las asignaturas y su falta de dinero.
De otros recuerdos que se resguardan en el Colegio, están los testimonios documentales, nóminas y registros de asistencia que como docente ejecuto y el libro de texto: Lecciones de Literatura[5] que dedicó el 8 de septiembre de 1904, bajo la consigna en el prólogo, de ser práctico, porque no se trataba dice: de hacer literatos, sino que los alumnos aprendieran a hablar y a escribir bien.
En su contenido de 237 páginas refiere obras de sus contemporáneos; Salvador Díaz Mirón, Joaquín Arcadio Pagaza, Josefa Murillo, José Joaquín Pesado, Enrique González Llorca y desde luego José López Portillo y Rojas a quien le unió una profunda amistad.
Como datos curiosos agrego tres: el día 13 de abril de 1904, de 07:00 a 07:45 am, le correspondió a nombre de este Colegio, montar guardia de honor ante el cadáver del Lic. Manuel R. Gutiérrez, (profesor que fue de Electricidad Industrial en el Colegio) expuesto en el salón de actos de la Escuela Normal Veracruzana.
El 25 de enero de 1905, por acuerdo del Gobernador del Estado, se enviaron al plantel 30 ejemplares de la obra de Literatura escrita por el señor Don Rafael Delgado, para proveer del texto a los alumnos del primer curso.
Para junio de 1905, el Gobernador de Chihuahua, Enrique Creel, convocó a estudiantes y profesores de las escuelas civiles del país, a través de la Junta Patriótica “BENITO JUÁREZ” a recabar fondos y mandar colocar en la antigua Villa de Paso del Norte hoy Cd Juárez un monumento para perpetuar la memoria del patricio. Para tan patriótico fin la comunidad de nuestro Colegio, organizo una velada en el teatro “Cauz” y se reunió un total $ 48.26, de los cuales 26 centavos se utilizaron para el giro y nuestro homenajeado aporto .50c, partiendo de la premisa que su sueldo quincenal era de $ 75.00 pesos.[6]
De sus diversas publicaciones poéticas en el “Boletín de la Sociedad Sánchez Oropeza”,[7] de Orizaba, se transcribe un párrafo de una composición leída por él en el Teatro “Llave” con motivo del quinto aniversario de la asociación celebrado el 15 de septiembre de 1885:

Esa juventud ardiente
A tu dicha consagrada
Te hará grande y respetada
De uno y otro continente
Y de levante a poniente
La fama, rasgando el viento
Dirá con heroico acento
Que repetirá la historia
Que eres patria de la gloria
Del trabajo y del talento.


Finalmente es oportuno recordar cómo se refería él mismo a sus  cuentos, obras poéticas y literarias:
            “Son hijos míos, hijos de mi corto entendimiento, y nacidos todos ellos en horas de amargura y días nublados, casi al mediar de mi vida, de esta pobre vida mía que no será muy larga, y en años en que sólo el cultivo del arte puede alejar de nosotros el recuerdo se seres amados, idos para siempre, y en que, dolorido el corazón, nos entregamos de grado a las añoranzas de la muerte” [8]
Sin duda, nuestro querido maestro Rafael Delgado, disfrutó de la existencia con placer y sentimiento, ahora nosotros nos deleitamos siguiendo sus pasos.




[1] Colección Pictórica del Colegio Preparatorio de Xalapa-Patrimonio Cultural de los Veracruzanos.

[2] Harriet C. Fay, docente de la asignatura de Inglés del CPX.
[3] Efrén Bauza, docente de la asignatura de Inglés del CPX.
[4] “Diurno” texto manuscrito tres hojas. Colección Particular MNyPR
[5] Lecciones de Literatura. Rafael Delgado. Jalapa, Enríquez. Imprenta del Gobierno del Estado. 1904. Colección Particular.
[6] Archivo Histórico Escolar. 1902- 04- 05. Colegio Preparatorio de Xalapa.
[7] Tomo I. Estado de Veracruz. Orizaba. Septiembre 15 de 1885. No 16, Págs 15-19. Colección Particular.
[8] Álbum Salón. Ilustración Mensual. Cía Editora Prensa Gráfica. México. Abril 1925. Colección Particular

viernes, 20 de enero de 2017

Revista Cultura de Veracruz No. 96





DESCARGA AQUI REVISTA Cultura de VeracruZ, No. 96

DESCARGA AQUI REVISTA Cultura de VeracruZ 96



CUENTOS
Aurora Ruiz Vásquez
REFUGIO DEL EXTRAÑO
                    

No sé cómo me llamo, me dicen Ben y acudo cuando me gritan y me ordenan que desaparezca. Mis hermanos me temen, no me respetan aún siendo el mayor, pues dicen que cuando me encolerizo me transformo en una fiera, un monstruo y corren a esconderse, o me apedrean. Mi padre es un tirano, sumido en su embriaguez, al que poco veo, sólo cuando me azota por haber derramado la sopa, y eso que no como en el comedor con toda la familia. En sus ojos de fuego demuestra que estorbo. Me tratan como a un extraño porque soy diferente. Los vecinos se me quedan viendo, sin hablar y me rehúyen, murmuran, considerándome idiota o loco. Mi madre es la única que me quiere, aunque no lo demuestra por temor, pero yo lo sé, tal vez esconda algún pecadillo de juventud porque siempre está triste.
Al fondo de la casa, hay unos cuartos oscuros vacíos, sin puertas ni ventanas, llenos únicamente de polvo, telarañas y ratones. Dan hacia la vereda que conduce al centro del pueblo. Allí me refugio en soledad todo el tiempo y respiro la paz, entre escombros y cachivaches viejos –con razón los llaman los cuartos de los espantos.
 (Pienso…  pero ¿puedo pensar?); todo olvido al momento, las imágenes se borran y confunden, mis palabras salen atropelladas con voz ronca, los movimientos son toscos e incontrolables y mis facciones diferentes; además, soy feo, me siento feo e inútil, sin embargo, soy superior, único, algo me distingue de mis hermanos a los que no comprendo, por lo que los evito, y me paso las horas platicando con el  sol, las estrellas y una voz que me sale de dentro y es mi amiga –el otro y lo otro– reímos juntos a carcajadas, paseamos por las noches cuando escapamos de mi cárcel sin rejas, jugamos a las escondidas, cazamos ratones, y soñamos con nuestra riqueza, mientras todos duermen.


Ellos me tildan de parásito, demente pisoteándome sin piedad, pero ya verán, que algún día me liberaré, correré a otros mundos y los veré como hormigas venenosas, entonces  gozaré de mi superioridad que me distingue y enorgullece  como ser humano diferente, distinto, que no hace mal a nadie. Por lo pronto, seguiré mi vida solitaria en el laberinto de cuartos sucios que me cobijan, y donde se incuban sentimientos de odio hacia todos; ya los astros se encargarán de vengar mi soledad y sensibilizar los corazones de los que se creen perfectos. Por lo pronto, me complace correr, jugar, trepar a los árboles aún con dificultad y desde arriba, reír a carcajadas del mundo que me distingue como ser despreciable sin que tenga culpa alguna.
El energúmeno de mi padre gozaría si yo desapareciera, pero aunque estoy enfermo, el médico dice que viviré muchos años, los suficientes para enterrar a todos, nunca se sabe…, sin embargo, me siento cansado y desearía dormir, dormir para siempre.
Una noche fría, el padre de Ben completamente ebrio, tropezó con su hijo entre la maleza del patio de la casa y éste lo ayudó a llegar a sus habitaciones colocándolo en la cama y regresó a trepar a su árbol preferido, que estaba frente a los cuartos; allí le gustaba agazaparse horas enteras como las gallinas que buscan una rama para dormir, El sueño lo venció y cayó al suelo entre las piedras que le hirieron la cabeza y un fierro puntiagudo como espada filosa, se le clavó en el pecho;  empezó a sangrar en forma abundante,  hasta quedar inconsciente.
Así pasó toda la noche y Ben fue encontrado al amanecer, enroscado como un gato, ya sin vida, con inexpresión en el rostro.


INVASIÓN/ Entre colinas y un bosque espeso, enclavado a varios kilómetros de la ciudad, se encontraba el Monasterio de piedra San Isidro, atravesado por un pequeño río. Había sido construido hace miles de años y  servía, no  sólo para resguardo de monjes y sus prácticas religiosas, sino como fortaleza en tiempos de guerra.
Dentro del patio principal, se hallaba un pilar o columna en forma de aguja de diez metros de altura. Estaba construido en tal forma que lo hacía singular. El menor movimiento extraño lo registraba, por lo que se podían pronosticar temblores o invasiones  de cualquier clase. Además, tenía un mirador por el que era factible vigilar a grandes distancias con ayuda de catalejos. En esta forma, se podían tomar las medidas preventivas adecuadas. Entre los monjes del convento estaba el padre Sixto, hombre de edad avanzada, invidente de gran experiencia, celoso del cuidado del monasterio y del cumplimiento de los deberes de los otros monjes. Por  las mañanas acostumbraba recorrer el bosque a orillas del  río, apoyado en su bastón y luego de sentarse en una piedra a meditar, dejaba que el viento jugara con su cabello cano y aspiraba con deleite el aire perfumado. Su oído era tan fino que percibía el menor ruido, imaginando el lenguaje de las aves, el sonido del agua y el susurro del viento.
El sol  se encontraba en el cenit cuando el padre Sixto despertó del  pequeño período de sueño que había tenido en un claro del bosque. Cuando se incorporó quiso caminar y algo impidió su paso haciéndolo tambalear, creyó que eran piedras o terrones de tierra con hojarasca. Se quedó inmóvil. En ese preciso momento apareció otro monje que ya lo buscaba al haber notado su ausencia. Éste se alarmó al contemplar innumerables pájaros negros degollados, tirados en la tierra. Algo extraño nunca visto. Fue a informar del suceso inesperado e incomprensible al Monasterio. Oro monje externó que una tarde había visto  que el cielo se oscurecía, volteó hacia arriba y observó una mancha negra que pasaba en  el cielo como una nube; seguramente era una parvada enorme de esos misteriosos pájaros negros.
Una tarde con niebla, el padre Sixto sintió que le zumbaban los oídos en forma persistente. Sintió la presencia cercana de otros seres, corazones que latían al unísono, respiraciones acompasadas y ruidos extraños que como ecos partían del bosque en forma de un batir de alas. Alarmado pidió a otro padre que   observara el obelisco de piedra. Éste permanecía inmóvil sin señal de alarma. Pensó que su mal sería pasajero y no se relacionaba con ningún peligro. Sin embargo, quedó en alerta. De repente, el zumbido fue insoportable, entonces,  observaron el obelisco. Éste oscilaba como un péndulo. La voz de alarma cundió y los monjes, sin saber qué pasaba, fueron saliendo sigilosos por un pasadizo subterráneo que conducía al exterior. Caminaron por la orilla del río para refugiarse en el laberinto del bosque sin imaginarse que allí estaba su perdición. Trataban de protegerse entre los troncos caídos, cuando un enorme pájaro negro cayó sobre la cabeza de uno de los monjes clavándole sus garras, luego otro y otro más. Sorprendidos, trataron de huir corriendo a refugiarse al convento. Esos extraños pájaros tenían cabeza de monos, casi semejaban una cara humana con ojos rojizos como de fuego. Producían sonidos estridentes en gran algarabía. Los monjes, aterrados, entre ellos el padre Sixto, apenas tuvieron tiempo de llegar al monasterio, donde los pájaros, que los habían seguido, les cerraban el paso. Por fin lograron encerrarse en sus estrechas celdas y angustiados se dedicaron a orar, no sin antes preguntarse ¿qué clase de seres son?


jueves, 12 de enero de 2017


Lisardo Enríquez L.*

Angélica López Trujillo
 
Un mundo de imaginación temprana, de sueños fantásticos a lo largo de su vida y de recuerdos transformados en obra literaria, han acompañado a una mujer vivencial y creativa que en El vuelo del colibrí, como en anteriores libros, deja su calidad y claridad de escritora. Se trata de la maestra Angélica López Trujillo, originaria de Ciudad Mendoza, Veracruz, quien guarda un tesoro encantado que poco a poco ha ido mostrando a los lectores a través de páginas llenas de ternura y de candor.
En este libro la autora se interna en el espíritu del niño en cuentos y obras teatrales. Se trata del mismo espíritu que ella ha sabido conservar. Por esa misma razón, estas piezas constituyen un material precioso para maestros y alumnos de preescolar y primaria, así como para promotores de teatro infantil y de lectura. Por cierto, la educación en estos niveles precisa de oportunidades más continuas para que los niños expresen y desarrollen su natural curiosidad y creatividad. El cuento y el teatro para niños son un elemento propicio para ello.
El vuelo del colibrí, el vuelo a la imaginación, consta de cuatro partes generales: la primera de 12 cuentos, unos que se pueden definir como cuentos para niños y otros que son cuentos de infancia; la segunda parte incluye 5 relatos breves que son una recreación con historias amenas y al mismo tiempo fantásticas. La fantasía es el hilo conductor de toda la obra; la tercera contiene un primer bloque de 8 obras de teatro bellas y sencillas; la cuarta y última parte está integrada por otras 6 obras de teatro. Los cuentos para niños y las obras de teatro son ideales para su utilización con niños de entre 4 y 8 años por lo menos.
Más allá de la fantasía de duendes, hadas, gnomos y otros personajes de la imaginación humana, que aparecen en un acto mágico en las páginas de este libro, la autora de estas piezas literarias, como maestra que es, va también a hacer conciencia sobre los problemas y necesidades del género humano. Así, aborda temas de la ecología y de los valores como la libertad, la felicidad y el amor.
Cito un párrafo del cuento Felipillo sin camisa, como muestra de la belleza de las composiciones que los lectores encontrarán al adentrarse en este libro, dice así: “Sonaron las fanfarrias por segunda vez anunciando la llegada de la reina de las flores vestida con pétalos de rosas y una corona de perfumados jazmines. Le acompañaban varias carrozas de cristal llenas de claveles, nardos, buganvilias, violetas, geranios y begonias”.
Angélica López Trujillo es una atenta observadora; es una persona que guarda los mejores recuerdos de su infancia, es una amante de los niños, de la naturaleza y de las cualidades más positivas -las que deben ser el mejor garante- de los seres pensantes, es decir, de los humanos. Tal vez por esto último es que tiene un corazón de niña con elevada dosis de ternura que le permite surcar el cielo al infinito en un vuelo con alas tornasoles de colibrí.




Introducción

Amanece, el rocío llena de perlas mi pequeño jardín.
Los lirios han terminado de florecer… los añoro.
El tulipán lleno de flores amarillas, resbala por sus lustrosas hojas, las últimas gotas de la lluvia. Al pie de este árbol ha florecido un rosal. Una rosa está mirando al cielo convidándole su esplendor. Más abajo están tres capullos escondiendo sus rosados botones que son una promesa de belleza y perfume. El viento fresco de la mañana los arrulla y ésta, con su regadera de cristal va poniendo besos de coral en la seda  de sus pétalos que se adormecen con tan bella caricia.
De pronto, como un arcoíris majestuoso, inunda de colores el jardín un colibrí. ¡Que anhelo de acompañarlo a libar el néctar de los rosales! Mis ojos irradian felicidad. La magia y la ternura de la avecita me trasportan al mundo del colibrí. Vivo el sortilegio de ser acuarela de su plumaje, y abanico vibrante de sus alas. Percibo que todo su ser se ha unido al mío para escribir con una de sus plumas, en las noches de luna, canciones y amores de buena fortuna y a la luz de las estrellas canciones de cuna y cuentos de armiño para todos los niños que anidan en su corazón, como un bello rubí, el espíritu delicado de un colibrí.&






Angélica López Trujillo
Semblanza

La profesora Angélica López Trujillo nació en Ciudad Mendoza, Ver; antes Santa Rosa de Lima.
Maestra por vocación proyecta su vida a la docencia, enfocando su quehacer educativo al área rural en donde conoce la dolorosa problemática de la mujer que no sólo está en garras de la miseria y de los prejuicios de la cultura machista que la hace ignorar de su existencia.
Por tal razón en su libro de Paradigmas enlaza su literatura  con historias de mujeres que vivieron situaciones semejantes pero sacaron el coraje para romperlos.
A su llegada a Xalapa encuentra a féminas  que viven ignoradas, en condiciones de violencia extrema, pero con un afán de lucha quijotesca, para cambiar el panorama se organizan y las acompaña un espíritu valiente para lograr sus derechos como mujeres naciendo así El frente organizado de mujeres en colonias de Xalapa presidiendo esta organización, como gestora.
Así se tramitan servicios comunitarios: agua, luz, drenaje y la escrituración de sus lotes.
Con el apoyo de diversas instituciones se funda El centro  de capacitación “Joel Medel Valencia”.
El SUTERM donó un aula prefabricada para tal fin en coordinación con el programa de COFAX. Poniendo en funcionamiento un dispensario médico gratuito.
En coordinación con la UV se pusieron talleres de teatro,   danza  y  música.  Con IVEA estudios para hacer la primaria para jóvenes que trabajaban.
Como maestra, su vida ha estado ligada a la problemática social de donde han nacido sus libros: Un regalo del tiempo, que contiene remembranzas de su niñez y juventud; Corriendo tras el viento, el cual incluye cuentos variados y; Paradigmas, integrado por historias de mujeres de sectores de población marginada de la región de Xalapa. Ha escrito obras de teatro infantil que han sido puestas en escena en instituciones y centros culturales.
Fundó varios círculos de lectura: Telesecundarias, Aldea MECED- y Asistentes Educativas- DIF Xalapa.
Ha participado en Cafés literarios y en certámenes de oratoria y poesía.
Ha sido presidente dos veces en El Club Escritoras de Xalapa A.C.
El Centro de Capacitación "Joel Medel Valencia" actualmente apoya a los alumnos que cursan la licenciatura en Protección Civil de la Universidad Popular Autónoma de Veracruz.


* Prólogo del libro El vuelo del colibrí. De sus páginas se  incluyen algunos cuentos y una obra de teatro, en este número de Cultura de VeracruZ.

miércoles, 11 de enero de 2017



Roberto Williams García*

Xalapa
en el espejo de su escudo


 



Jalapa recibe mayoría de edad cuando se le declara villa en 1791, año en que Carlos IV, por su real voluntad, quiere que el referido pueblo sea llamado Villa de Xalapa y como tal se le respete. La categoría de villa le permite privilegios, como el de jurar el ascenso de un rey y el nombrar un ayuntamiento que la gobierne. Además recibe como joya el escudo de armas que bien compendia la botánica intrínseca del pueblo. En la orla del escudo, en fondo de oro, destacan seis letras, nombre del sitio, intercaladas entre seis tubérculos enunciativos de la purga llamada raíz de Jalapa, que tuvo renombre en la farmacopea internacional. Como parangón cabe mencionar que aquí , alrededor de 1890, a fines del siglo XIX, empezó el envasado de un chile regional que tuvo mucha aceptación por su sabrosura. El chile jalapeño se expandió en todo el territorio sur de Estados Unidos, donde los productos alimenticios con leve sabor picante ostentan etiquetas que dicen jalapa flavor.
El reconocimiento de Jalapa como villa en 1791 provino de tardadas diligencias de sus vecinos, que ya desde 1774 habitaban un pueblo próspero surgido del privilegiado comercio mantenido durante más de cincuenta años, contados a partir de 1720 hasta 1776, último año en que Cádiz envió la flota que descargaba en el puerto de Veracruz, de donde la remesa continuaba a Jalapa. Un grabado del señalado año muestra la parroquia de San José, luego otra erecta en la plaza mayor, hoy plaza Lerdo. A un lado del convento de San Francisco se sitúa la iglesia de Santiago y al fondo de la plaza mayor la plaza y casa del Rey, espacio que quedó reducido a plazuela del Carbón, ahora invadida por el llamado “ambulantaje”. También se marcan las garitas de Veracruz y de México, los lejanos molinos en el rumbo de San Bruno y al sur se lee Verros, Ciénega cercana a una alameda y una laguna que bien pudiera identificarse con el actual parque María Enriqueta. Una fuente de agua dulce desciende por lo que más tarde sería la avenida Clavijero.

Para recordar que el poblado elevado a villa había sido teatro de comercio y ferias de flotas, la parte superior del escudo ostenta el capacete y el caduceo de Mercurio. Les acompaña la cornucopia de Amaltea, alusión a la abundancia de vergeles y flores de la nueva villa, donde se habían construido grandiosas mansiones, como el edificio de dos pisos situado en el inicio de la calle Insurgentes, o la casona que se halla, calle de por medio, como sede del Centro Recreativo, la cual fue posada francesa pintada por Rugendas en 1830. En la cuesta de Alfaro permanece a salvo hermosa casona. Hacia 1839, la marquesa Calderón de la Barca escribe que la ciudad “tiene algunas casas amplias y excelentes”. En esos días de esplendor comercial del pueblo el boato lo constituía el derrame de flores. La marquesa las contempla por doquier como si se vertiese sobre ella la cornucopia representada en el escudo de armas de la villa.
Antes de ese período extraordinario de comercio la villa ya tenía prosapia. El poblado se  situaba en la ruta de los Virreyes. Esas autoridades desembarcaban en el puerto de Veracruz, y cabalgaban por la costa hasta la Antigua, de donde ascendían hasta llegar al  descanso en Jalapa, para de ahí  proseguir al lugar donde los aztecas descubrieron el águila, parada sobre un nopal, devorando a la serpiente. El paso por Jalapa lo inauguró Hernán Cortés el 19 de agosto de 1519 en ruta a la conquista de la capital tenochca.
La vida cotidiana de la villa transcurre apacible como su clima. La intervención de Diego Leño resulta tibia en los prolegómenos de la Independencia. El nombre de Jalapa no está asociado a ninguna gran batalla. Los jalapeños son reservados, cautelosos, conservadores. Sin embargo, hay sobrada dignidad cuando la invasión norteamericana de 1847. Diversos viajeros contribuyen con sus testimonios. El diplomático      inglés    Ward,    dentro    de   sus
observaciones sobre la vida política del nuevo país, anotadas en su libro México en 1827 exaltó en Jalapa: “Esta en el centro mismo de uno de los más magníficos escenarios montañosos de que se pueda ufanar el mundo”, elogio que comprobó el pintor alemán Rugendas, enamorado del paisaje mexicano, quien captó la imponente presencia del Cofre de Perote visto desde la prominencia en que se asienta la parroquia de San José. También pintó el elevado convento de San Francisco. Y entro en la Posada francesa para registrar su impresión de una tarde voluptuosa. Eso fue en 1830, y en 1839, cuando se reanudaban las relaciones entre España y México, la esposa del ministro plenipotenciario se embelesaba en las flores pero por encima de ellas, con el paisaje, “… por todos lados se contempla uno de los panoramas montañosos más esplendidos del  mundo”. Utilizó la tonante voz mundo, al igual que Ward, y además señalo que por todas partes. Antes, en 1803, Humboldt había contemplado una panorámica circular, trepado en la torre del convento de San Francisco. Con el tiempo el paisaje a la redonda fue mermando, reduciéndole su condición de atalaya al parque Juárez, construido sobre las ruinas del convento. En 1555 los franciscanos lo habían inaugurado en una elevación dominante. La belleza era indiscutible, pues en 1841 el estadounidense Mayer sintió que el mismo efecto causaban  Nápoles y Jalapa. El parque Juárez construido en 1886 se convirtió en belvedere.
La devoción por la montaña se manifiesta en el escudo de armas. En medio del cuartel principal se alza un racimo de cinco cerros, llamado, en idioma mexicano, Macuiltépetl, emblema de la villa, “a cuyo pie se halla Xalapa” Tal parece que los vecinos promotores del escudo de armas intuyeron que en la ladera oriental se originó la villa, cuando menos un milenio antes de la era cristiana. En el antiguo asentamiento se construyó una pirámide  cerca de una caverna de rituales que hoy han denominado Cueva de la Orquídea, nombre sugestivo que evoca la denominación de Ciudad de las flores.
En el escudo de armas al Macuiltépetl,  lo timbra un hermoso lucero  del cual se especifica “astro que hace a aquel pueblo, o influye un temperamento benigno, apacible y templado”. De manera que el planeta Venus es causa del clima que goza la ciudad. Y Venus viene a ser también una expresión del paisaje jalapeño, pues en ciertas noches derrocha brillantez, que aunada a la blancura de los jazmines y de la luna, han inspirado la canción heráldica de esta ciudad. Es entonces cuando podemos afirmar que hoy 18 de diciembre, aniversario número doscientos diez, del otorgamiento del escudo concedido a Jalapa y del reconocimiento de su categoría política de villa, que el escudo es un documento que transparenta la historia y la belleza de la ciudad, y podemos afirmar también que el temperamento apacible ha dado frutos en las artes. Si bien la ciudad no es famosa por batallas, si lo es por haber sido cuna  del movimiento estridentista o sede del Festival Internacional Pablo Casals; y también por su posesión de bienes culturales  como la magnífica Orquesta Sinfónica de Xalapa, la más antigua del país; el Museo de Antropología, que a la par del Nacional, son dos instituciones iluminantes; su estadio, inaugurado en 1925, que sobresale por su construcción en una formación natural, con vista a la bella ciudad, sin olvidar que en Jalapa se estableció en 1843 un colegio de segunda enseñanza con carácter nacional: el conocido Colegio Preparatorio; la Escuela Normal, fundada en 1886, que fue cuna de la primera reforma educativa nacional. Característica de la ciudad son sus múltiples centros educativos. Y para el cuidado del entorno aquí se estableció un Instituto de Ecología de orden nacional. En resumen, aquella villa reconocida como tal en 1791, llegó a la categoría de ciudad en 1830 y continúa en una ruta de creación nimbada por la excelencia del paisaje, del clima alabado en su escudo y por la inteligencia de quienes la habitan.& 


* Barra de Tampico, 30 de marzo de 1925-Xalapa, Ver., 25 de junio 2008.




In memoriam Hugo Gutiérrez Vega

Guillermo Landa
CONTRA GUIÑO OLVIDOSO


Ningún RITUAL DE EXEQUIAS bastaría para bajar contigo a la callada cripta que guarda tus cenizas.
Mientras tu alma siega vida eterna desenlagriremos todo duelo.


No chiste la canción de despedida si no cantamos como tu cantabas a tus amigos muertos tan queridos. Parvo es el tiempo que me queda de senescencia para que


recuerde tus garbosos poemas, tus joviales reencuentros, tu amistad fortunada, tu saber de “alimentos terrenales”, tu magistral talante y tus corbatas.

¡AGUR POETA! 


Edgar Aguilar

Las serenas

advertencias


El domingo 30 de agosto, se publicó en el suplemento cultural de La Jornada, La Jornada Semanal, un maravilloso texto de Francisco Hernández felizmente intitulado “¡Gutiérrez Vega, a escena!” Feliz porque nos mostraba, en el Acto Primero, a un soberbio y vigoroso Gutiérrez Vega, “disfrazado de malabarista”, interpretando nada menos que al profesor Serebriakov, en esa memorable –opinan quienes la vieron– representación de El tío Vania, de Chéjov.
        El texto de Francisco Hernández, construido como un pequeño y curioso artefacto escénico-poético, se nos manifiesta, precisamente ahora, con la reciente pérdida de Hugo Gutiérrez Vega, como algo extrañamente premonitorio. Uso “extrañamente” en el sentido de excepcional. ¿Acaso una despedida? Tal vez. Hay una fuerza indefinible que enlaza de manera misteriosa, secreta, la vida de algunos hombres. Lo que nos lleva a reflexionar: ¿Por qué apareció justamente ese bello y enigmático texto de Francisco Hernández, con ese título por demás sugerente, casi revelador, a escasas semanas de la muerte del otro poeta?
“¡Gutiérrez Vega, a escena!”, una voz le demanda al también actor. Más, ¿qué voz? ¿A dónde debe de presentarse el poeta? ¿Qué es lo que debe escenificar? ¿La escena de la vida, o de la muerte? En el Acto Segundo, dice Francisco Hernández: “Noche a orillas del río Grijalva, cerca de una iglesia”. Es Villahermosa. Mientras que la escena   –ese espacio  infinito que  es a la vez tiempo suspendido e inabarcable– transcurre cuando “El poeta Hugo Gutiérrez Vega contempla el movimiento de las aguas. Viste ropa ligera, propia de climas cálidos y mira pasar,
con nostalgia, un par de garzas”. José Carlos Becerra se muestra súbitamente ante él. “El poeta tabasqueño le dice al de Lagos de Moreno: –Hugo, tal vez la única realidad sin fisuras sea la del sueño”.
(Tal vez la única realidad sin fisuras/ sea la del sueño./ En él circulan tomadas de la mano/ la muerte y la vida, sentencia, lapidario, Gutiérrez Vega en sus Peregrinaciones). El texto de Francisco Hernández, en constantes alusiones a la muerte (“las curvas de aquella carretera de Brindisi me hicieron destrozarme por completo, fundiéndome con una piedra de tropiezo y un hervidero de gusanos”) se transforma en un diálogo a veces crudo (“Las vejaciones del tiempo nos instalan en el más solemne de los melodramas”), a veces desolador, pero siempre cordial, entre los dos grandes y antiguos camaradas que inesperadamente se vuelven a encontrar en la poesía.
Como si, por obra –y gracia– de Francisco Hernández, José Carlos Becerra, antes de abandonar el escenario, le anunciara a Gutiérrez Vega: “Sube mejor al viejo ferry. Espera el sonido de la sirena”. Sube… espera… espera el sonido… el llamado… “¡Gutiérrez Vega, a escena!” ¿Es allí, entonces, “donde la vida sabe lo que ignoramos”, el sitio donde habrá de representar el poeta la escena definitiva?
Noche oscura la de su partida. Aun así, o por eso mismo, Francisco Hernández concluye, como si de algo presagiara, con voz casi profética: “Las peregrinaciones de Gutiérrez Vega son esparcidas por los vientos teatrales, como serenas advertencias.”  &



REVISTA Cultura de VeracruZ 143

   DESCARGA AQUÍ   👈   REVISTA 143 MERCEDES ESCOLANO CAT ULO DI XIT   (Cádiz, España, 1964) es licenciada en Filología Hispánica por la...