Edmundo
López Bonilla
En la
página número uno, del número 1 (enero de
1996) de la Revista Cultura de VeracruZ, con viñeta en la portada, de Alberto
Beltrán a propósito de la obra del doctor Gonzalo Aguirre Beltrán; su editor,
Raúl Hernández Viveros, a modo de presentación, o manifestación de propósitos
dice en su artículo: “Tradición y diversidad de la Cultura de VeracruZ”:
“En base a
la tradición y diversidad de las letras veracruzanas, la revista Cultura de Veracruz ofrece su espacio a
las principales voces culturales, expresiones artísticas a través de dibujos o
viñetas, además del amplio espectro de materias como la antropología,
sociología o cuestiones de crítica social que atañen al desarrollo de esta
entidad federativa. El pretexto primordial es colocar al principio de un
proyecto, determinado nombre a cierta publicación, que pretende ser mensual. El
contexto refleja la actividad de los intelectuales veracruzanos, como un respaldo
a la entrega de las experiencias vitales a la cultura universal.
“Por
lo que en este primer número de Cultura
de Veracruz hay una referencia especial al Premio Nobel de Literatura de
1995, Seamus Heaney, incluyéndose un ensayo sobre la realidad de su lugar de
origen: Irlanda. Aparte de publicarse un fragmento de su obra poética, como una
muestra del carácter universal de estas páginas realizadas desde la capital
veracruzana. Además, con motivo del fallecimiento del doctor Gonzalo Aguirre
Beltrán el 8 de enero del presente año, se recoge su discurso cuando obtuvo el
Doctorado Honoris Causa por la Universidad Autónoma de Puebla, en 1992, en un
acto de reconocimiento y testimonio hacia un enorme impulsor de la Cultura de Veracruz.
“También
se hace la presentación de un grupo de poetas originarios del estado de
Veracruz, encabezados por Shara Martínez Vara y Juan Joaquín Péreztejada,
quienes son exponentes de la reciente promoción de autores nacidos en esta
parte del territorio nacional. En la sección de reseñas, Cultura de Veracruz, ofrece el comentario del crítico argentino
Carlos Roberto Morán, donde analiza el número monográfico “La Literatura
Veracruzana actual”, realizado en España, en 1995, por las ediciones de Batarro.
“Cultura de Veracruz abre sus puertas a
trabajos de investigación, ensayos y obras de creación literaria. En las
próximas entregas habrá páginas dedicadas a recopilar materiales de Magno
Garcimarrero, Armando Ortiz, Carlo Antonio Castro, Estanislao Barrera Caraza,
Magali Velasco Vargas, Rosalba Pérez Priego, Carlos Domínguez Millán, Jaime
Renán González Pérez, entre otros autores que viven y trabajan en el estado de
Veracruz”.
La
cita en extenso, considero, es necesaria por la fidelidad al propósito
primordial que animó a Raúl Hernández Viveros. Fidelidad que se ha dado sin
fisuras —en lo que refiere a la continuidad; aunque las circunstancias, en
ocasiones han retrasado la aparición— a
lo largo de 19 años.
No
pretendo hacer la historia de la revista, y reconozco que tampoco tengo la capacidad
de crítico, pero como lector he podido constatar que las ediciones han seguido
con puntualidad la apertura “a trabajos de investigación, ensayos y obras de
creación literaria”, y “expresiones artísticas a través de dibujos o viñetas,
además del amplio espectro de materias como la antropología, sociología o
cuestiones de crítica social”.
También
como lector, son inolvidables los números monográficos: Poeta del Mar, de Francisco Morosini; La muerte del autor de Armando Ortiz; Nueva York en la literatura norteamericana de José Ortega; Poetas tabasqueños contemporáneos en
compilación de Marco Antonio Acosta; Religión,
magia y medicina en cinco comunidades Otomíes, estudio de Estanislao
Barrera Caraza; Muestra Narrativa
Veracruzana. compilada por Armando
Ortiz; Narradores españoles de hoy, compilados por Pedro M. Domene; Poeta en Nueva York de José Ortega; Narradores argentinos compilación de
Alberto Espejo; Laberinto de voces de
Celina Márquez; La creación Literaria
compilación de Raúl Hernández Viveros; Narrativa
veracruzana actual compilación de Pedro M. Domene; ¿Quién le pone el cascabel al Oscar trabajo crítico sobre cine
norteamericano de Juan Antonio García Borrero, y el poemario Frutero y yo, de Guillermo Landa.
Y
la lista se extiende a remontando los
años, en esa recolección de voces que por medio del verso, del ensayo, la
narrativa, la reseña, el estudio antropológico o de sociología, la fotografía,
el dibujo y la pintura, buscan la comunicación, aunque en el proceso creativo
se enfrenten a profundas dudas. Porque
en un sentir personal en la búsqueda del momento, en la aprehensión de la
imagen, en la misteriosa entrada a la atmósfera de futuro texto o del proyecto,
se está buscando también la trascendencia, por lo que me valgo del siguiente
fragmento para ejemplificar este anhelo: “No obstante, mi espíritu sólo se
aviene con lo inestable (...) y más que a la encina de fornido gajo, aprendió a
amar a la orquídea lánguida, porque es efímera como el hombre y marchitable
como su ilusión”. Esta cita de La
Vorágine, novela de José Eustacio Rivera, puede servir para definir las
motivaciones de la creación porque quien aspira a ella, deberá soportar el peso
de la búsqueda: luchar haciendo, para al fin alcanzar el reconocimiento,
domeñando sus prejuicios, preferencias e inquietudes, para lograr la estabilidad
y no sufrir las aprensiones del personaje creado por el genio de Eustacio
Rivera, y todas esas premisas signarán su obra. Pese a este sino inquietante,
al escribir música o literatura, esculpir, ejercer la arquitectura o pintar, se
trata de mantener lozana la ilusión, capturar el soplo creativo, plasmarlo y
dejar que otros espíritus lo disfruten. Y si bien el hombre es efímero y su ilusión es marchitable, esa languidez de orquídea queda parcialmente conjurada.
Si
bien la creación artística es un acto de amor, también lo es de generosidad
porque quien expone su obra al escrutinio público, da también el fruto de sus
mejores impulsos. Y al hablar de generosidad, debe tomarse en cuenta la labor
de la promoción cultural que se hace contra viento y marea: en contra de los en
ocasiones, procelosos vientos y las cambiantes mareas del oficialismo y sus
intereses.
Porque
las palabras de Lisardo Enríquez son certeras para los afanes de promoción
cultural, pero justísimas en el devenir de Cultura
de VeracruZ y en la preocupación de Raúl Hernández Viveros: “Todos los
proyectos del ser humano requieren organización, perseverancia e inversión de
diverso tipo. Los proyectos culturales representan mayor dificultad porque en
medios como el nuestro es común que no se les considere prioritarios. No
obstante, un ente público dispone muchas veces de recursos económicos, que
aunque escasos en ocasiones y tardíos en su suministros, resuelven la
posibilidad de llevar a cabo acciones culturales, como es el caso de las publicaciones.
Quienes han emprendido la tarea d editar revistas sin un presupuesto económico
específico, saben lo titánico que es hacerlo”.
La
revista, y me jacto de decir: “nuestra revista” ha llegado al número 92 con las
mismas premisas del número uno y sigue dándonos materiales valiosos. Los
últimos números, que ven la luz después de un periodo de estrecheces económicas
siguen dando cabida trabajos de escritores mexicanos en los géneros de: ensayo,
narrativa, poemas, entrevista, crítica literaria, asuntos de antropología y
sociología, asimismo sus portadas siguen siendo muestrario del variado quehacer
en las artes plásticas.
Expresiones
que felizmente han rebasado el propósito anunciado en el número1 de ser
portavoz de asuntos artísticos que “atañen al desarrollo de esta entidad
federativa”.
Es
difícil decir cuándo se agotará la veta de entusiasmo que ha movido la vida de
Raúl Hernández Viveros: esa adhesión fervorosa por la promoción y la difusión
de la literatura, de que se contaminó sanamente desde joven, pero que se
fortaleció cuando fungió como director de la revista universitaria La Palabra y el Hombre y de la que hace recordación
en el número 90, en la entrevista que le hace Edgar Aguilar:
E.
A. “—Al concluir tu periodo como director de La Palabra y el Hombre fundaste tus propias publicaciones: Academus y Cosmos ¿Eran éstas revistas exclusivamente literarias?
R.H.V.
“—Academus y Cosmos, junto a la revista México
Nuevo, fueron publicaciones anteriores a mi nombramiento al frente de La Palabra y el Hombre; aparecieron en
los años sesenta y setenta, en aquella etapa cuando conocí a Sergio Pitol. En
las tres siempre se dedicó el espacio mayor a las letras, principalmente en Cosmos porque se fundó en homenaje a
Wiltold Gombrowicz. Posteriormente, al
poco tiempo de mi salida de la dirección editorial y de La Palabra y el Hombre, inicié el proyecto de Cultura de Veracruz, que desde un principio se concibió como un
espacio para los nuevos escritores nacionales y —aunque se contradice un tanto
en lo manifestado en la presentación del número 1— de América Latina. Hasta la
fecha lleva como subtítulo Revista de Literatura Contemporánea, y es un espacio
independiente que lleva más de década y media de sobrevivir en un medio donde
lo que menos interesa es el papel de la lectura”.
29 de octubre de 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario