domingo, 8 de noviembre de 2015

XX años de Cultura de VeracruZ






Edmundo López Bonilla


En la página número uno, del número 1 (enero de  1996) de  la Revista Cultura de VeracruZ, con viñeta en la portada, de Alberto Beltrán a propósito de la obra del doctor Gonzalo Aguirre Beltrán; su editor, Raúl Hernández Viveros, a modo de presentación, o manifestación de propósitos dice en su artículo: “Tradición y diversidad de la Cultura de VeracruZ”:
“En base a la tradición y diversidad de las letras veracruzanas, la revista Cultura de Veracruz ofrece su espacio a las principales voces culturales, expresiones artísticas a través de dibujos o viñetas, además del amplio espectro de materias como la antropología, sociología o cuestiones de crítica social que atañen al desarrollo de esta entidad federativa. El pretexto primordial es colocar al principio de un proyecto, determinado nombre a cierta publicación, que pretende ser mensual. El contexto refleja la actividad de los intelectuales veracruzanos, como un respaldo a la entrega de las experiencias vitales a la cultura universal.
“Por lo que en este primer número de Cultura de Veracruz hay una referencia especial al Premio Nobel de Literatura de 1995, Seamus Heaney, incluyéndose un ensayo sobre la realidad de su lugar de origen: Irlanda. Aparte de publicarse un fragmento de su obra poética, como una muestra del carácter universal de estas páginas realizadas desde la capital veracruzana. Además, con motivo del fallecimiento del doctor Gonzalo Aguirre Beltrán el 8 de enero del presente año, se recoge su discurso cuando obtuvo el Doctorado Honoris Causa por la Universidad Autónoma de Puebla, en 1992, en un acto de reconocimiento y testimonio hacia un enorme impulsor de la Cultura de Veracruz.
“También se hace la presentación de un grupo de poetas originarios del estado de Veracruz, encabezados por Shara Martínez Vara y Juan Joaquín Péreztejada, quienes son exponentes de la reciente promoción de autores nacidos en esta parte del territorio nacional. En la sección de reseñas, Cultura de Veracruz, ofrece el comentario del crítico argentino Carlos Roberto Morán, donde analiza el número monográfico “La Literatura Veracruzana actual”, realizado en España, en 1995, por las ediciones de Batarro.
“Cultura de Veracruz abre sus puertas a trabajos de investigación, ensayos y obras de creación literaria. En las próximas entregas habrá páginas dedicadas a recopilar materiales de Magno Garcimarrero, Armando Ortiz, Carlo Antonio Castro, Estanislao Barrera Caraza, Magali Velasco Vargas, Rosalba Pérez Priego, Carlos Domínguez Millán, Jaime Renán González Pérez, entre otros autores que viven y trabajan en el estado de Veracruz”.
La cita en extenso, considero, es necesaria por la fidelidad al propósito primordial que animó a Raúl Hernández Viveros. Fidelidad que se ha dado sin fisuras —en lo que refiere a la continuidad; aunque las circunstancias, en ocasiones han retrasado la aparición— a  lo largo de 19 años.
No pretendo hacer la historia de la revista, y reconozco que tampoco tengo la capacidad de crítico, pero como lector he podido constatar que las ediciones han seguido con puntualidad la apertura “a trabajos de investigación, ensayos y obras de creación literaria”, y “expresiones artísticas a través de dibujos o viñetas, además del amplio espectro de materias como la antropología, sociología o cuestiones de crítica social”.
También como lector, son inolvidables los números monográficos: Poeta del Mar,  de Francisco Morosini; La muerte del autor de Armando Ortiz; Nueva York en la literatura norteamericana de José Ortega; Poetas tabasqueños contemporáneos en compilación de Marco Antonio Acosta; Religión, magia y medicina en cinco comunidades Otomíes, estudio de Estanislao Barrera Caraza; Muestra Narrativa Veracruzana. compilada por Armando Ortiz;  Narradores españoles de hoy, compilados por Pedro M. Domene; Poeta en Nueva York de José Ortega; Narradores argentinos compilación de Alberto Espejo; Laberinto de voces de Celina Márquez; La creación Literaria compilación de Raúl Hernández Viveros; Narrativa veracruzana actual compilación de Pedro M. Domene; ¿Quién le pone el cascabel al Oscar trabajo crítico sobre cine norteamericano de Juan Antonio García Borrero, y el poemario Frutero y yo, de Guillermo Landa.
Y la lista  se extiende a remontando los años, en esa recolección de voces que por medio del verso, del ensayo, la narrativa, la reseña, el estudio antropológico o de sociología, la fotografía, el dibujo y la pintura, buscan la comunicación, aunque en el proceso creativo se enfrenten a profundas dudas.  Porque en un sentir personal en la búsqueda del momento, en la aprehensión de la imagen, en la misteriosa entrada a la atmósfera de futuro texto o del proyecto, se está buscando también la trascendencia, por lo que me valgo del siguiente fragmento para ejemplificar este anhelo: “No obstante, mi espíritu sólo se aviene con lo inestable (...) y más que a la encina de fornido gajo, aprendió a amar a la orquídea lánguida, porque es efímera como el hombre y marchitable como su ilusión”. Esta cita de La Vorágine, novela de José Eustacio Rivera, puede servir para definir las motivaciones de la creación porque quien aspira a ella, deberá soportar el peso de la búsqueda: luchar haciendo, para al fin alcanzar el reconocimiento, domeñando sus prejuicios, preferencias e inquietudes, para lograr la estabilidad y no sufrir las aprensiones del personaje creado por el genio de Eustacio Rivera, y todas esas premisas signarán su obra. Pese a este sino inquietante, al escribir música o literatura, esculpir, ejercer la arquitectura o pintar, se trata de mantener lozana la ilusión, capturar el soplo creativo, plasmarlo y dejar que otros espíritus lo disfruten. Y si bien el hombre es efímero y  su ilusión es marchitable, esa languidez  de orquídea queda parcialmente conjurada.
Si bien la creación artística es un acto de amor, también lo es de generosidad porque quien expone su obra al escrutinio público, da también el fruto de sus mejores impulsos. Y al hablar de generosidad, debe tomarse en cuenta la labor de la promoción cultural que se hace contra viento y marea: en contra de los en ocasiones, procelosos vientos y las cambiantes mareas del oficialismo y sus intereses.
Porque las palabras de Lisardo Enríquez son certeras para los afanes de promoción cultural, pero justísimas en el devenir de Cultura de VeracruZ y en la preocupación de Raúl Hernández Viveros: “Todos los proyectos del ser humano requieren organización, perseverancia e inversión de diverso tipo. Los proyectos culturales representan mayor dificultad porque en medios como el nuestro es común que no se les considere prioritarios. No obstante, un ente público dispone muchas veces de recursos económicos, que aunque escasos en ocasiones y tardíos en su suministros, resuelven la posibilidad de llevar a cabo acciones culturales, como es el caso de las publicaciones. Quienes han emprendido la tarea d editar revistas sin un presupuesto económico específico, saben lo titánico que es hacerlo”.
     La revista, y me jacto de decir: “nuestra revista” ha llegado al número 92 con las mismas premisas del número uno y sigue dándonos materiales valiosos. Los últimos números, que ven la luz después de un periodo de estrecheces económicas siguen dando cabida trabajos de escritores mexicanos en los géneros de: ensayo, narrativa, poemas, entrevista, crítica literaria, asuntos de antropología y sociología, asimismo sus portadas siguen siendo muestrario del variado quehacer en las artes plásticas.
Expresiones que felizmente han rebasado el propósito anunciado en el número1 de ser portavoz de asuntos artísticos que “atañen al desarrollo de esta entidad federativa”.
Es difícil decir cuándo se agotará la veta de entusiasmo que ha movido la vida de Raúl Hernández Viveros: esa adhesión fervorosa por la promoción y la difusión de la literatura, de que se contaminó sanamente desde joven, pero que se fortaleció cuando fungió como director de la revista universitaria La Palabra y el Hombre y de la que hace recordación en el número 90, en la entrevista que le hace Edgar Aguilar:
E. A. “—Al concluir tu periodo como director de La Palabra y el Hombre fundaste tus propias publicaciones: Academus y Cosmos ¿Eran éstas revistas exclusivamente literarias?
R.H.V. “—Academus y Cosmos, junto a la revista México Nuevo, fueron publicaciones anteriores a mi nombramiento al frente de La Palabra y el Hombre; aparecieron en los años sesenta y setenta, en aquella etapa cuando conocí a Sergio Pitol. En las tres siempre se dedicó el espacio mayor a las letras, principalmente en Cosmos porque se fundó en homenaje a Wiltold Gombrowicz. Posteriormente,  al poco tiempo de mi salida de la dirección editorial y de La Palabra y el Hombre, inicié el proyecto de Cultura de Veracruz, que desde un principio se concibió como un espacio para los nuevos escritores nacionales y —aunque se contradice un tanto en lo manifestado en la presentación del número 1— de América Latina. Hasta la fecha lleva como subtítulo Revista de Literatura Contemporánea, y es un espacio independiente que lleva más de década y media de sobrevivir en un medio donde lo que menos interesa es el papel de la lectura”.
29 de octubre de 2015

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