Tablada
y su librería en
NUEVA
YORK
Luego de su intrincado periplo diplomático en Colombia y Venezuela, el cuarentón José Juan Tablada y su veinteañera esposa regresaron el 7 de febrero de 1920 a Nueva York a bordo del Orange Nassu. Además del matrimonio Tablada, descendieron cuatro diplomáticos españoles y el cónsul Humberto Márquez y su esposa. Entre sus maletas el poeta llevaba ejemplares de dos libros publicados por la Imprenta Bolívar de Caracas: Un día…poemas sintéticos (1919) y el vanguardista Li-Po (1920). Llevaba la idea de abrir un negocio.
Entre marzo y abril de 1920, a fines de la mortal influenza española,
que ya cobraba miles de víctimas, José Juan Tablada debió de abrir la Librería
de los Latinos en el número 118 de la 28 East Street, en Manhatan, a quinientos
metros del célebre hotel Waldorf-Astoria. Hay una fotografía del poeta,
diplomático y periodista cultural posado orondo frente a la entrada de su
establecimiento, en cuya marquesina indica “Librería de los Latinos. Juan José
Tablada & Co.” En los vidrios del aparador hay otra leyenda donde se
alcanza a leer “…foreign books”, ya que vendía libros, revistas y publicaciones
en español, francés, japonés y en chino, seguramente los últimos sólo los
exhibía.
Esta fotografía la difundió Nina Cabrera de Tablada, su viuda, en la sección gráfica de su libro Juan José Tablada en la intimidad (Imprenta Universitaria, 1954). La imagen tiene el tamaño de 5 x 7 pulgadas (13 x 18 centímetros), tamaño poco común para incluir en el dorso alguna publicidad como solían realizarlo algunos propietarios para difundir sus negocios, tanto en Estados Unidos como en México.
Durante los años diez y veinte casas musicales y negocios utilizaban la gran difusión de tarjetas postales fotográficas, sobre todo de 4 x 6 pulgadas (10 x 15 cms). El Hotel Niza de la ciudad de México, por ejemplo, utilizó varias postales turísticas para promocionarse. Dos de estas postales las fotografió el francés-mexicano Francisco Lavillete (?-1927), bajo su sello Compañía Industrial Fotográfica (CIF). En el reverso, además del espacio para pegar el timbre, viene la firma de la Imprenta Universal, localizada en la zona de imprentas y papelerías en República de El Salvador. El entonces “hotel de moda”, hoy decorado con quijotes estilo Picasso, sobrevive en el número 61 de la calle de Mesones, casi esquina con Isabel La Católica.
A Rodolfo Mata, coordinador de la antología De Coyoacán a la Quinta Avenida (FCE/UNAM, 2012) y administrador de la página dedicada al poeta le pregunto si al reverso de la fotografía trae alguna información o anotación. Me comenta: “No trae crédito. Lo diría la ficha catalográfica. Efectivamente la fotografía es la que apareció en el libro de Nina, quien donó el Archivo de José Juan Tablada al Centro de Estudios Literarios de la Universidad Nacional Autónoma de México. Seguramente es la original pero no te lo puedo asegurar”.
Debido a la mutilación de los Diarios (recopilados y anotados por Guillermo Sheridan para la UNAM en 1992), es difícil conocer la identidad del fotógrafo si es que lo anotó Tablada. Hay uno probable. A principios de 1920 un reportero gráfico mexicano estuvo en Nueva York y, no sólo eso, sino que era fotógrafo de planta del periódico El Universal y del semanario El Universal Ilustrado, donde el poeta-cronista había dado a conocer “Tres artistas mexicanos en Nueva York”, sobre el vanguardista veracruzano Marius de Zayas, Pal-Omar (José Torres y de Palomar) y Juan Olaguibel.
Mientras Antonio Castro Leal abandonaba Nueva York, el jalisciense Carlos Muñana llega a esa cosmopolita ciudad, enviado por la empresa periodística, con la finalidad de estudiar los nuevos procedimientos de impresión a color, ya que El Universal Ilustrado utilizaba aún tricomía en sus carátulas. Quizá durante su estancia pudo conocer a Tablada y a su mítica librería, que recién abría sus puertas. Muñana ya no regresó a México, murió víctima de la influenza el lunes 22 de marzo de 1920, a la edad de 38 años.
La apertura de la Librería de los Latinos coincide con la irrupción del grupo sonorense opositor del presidente Venustiano Carranza por su imposición de que Ignacio Bonillas lo sucediera en el poder. Ante el amago de fuerzas obregonistas Carranza intentó trasladar su Gobierno al puerto Veracruz. Fue asesinado en mayo de 1920 en Tlaxcalantongo, en la sierra de Puebla.
No es difícil pensar que Tablada escribió en las páginas de su cuaderno correspondiente a ese año contra Adolfo de la Huerta, nombrado presidente interno, y después contra Álvaro Obregón, presidente de diciembre de 1920 a noviembre de 1924. Seguramente sus acres comentarios lo obligaron a arrancar sus comentarios sobre la feroz política mexicana, cuando defendía a su protector Carranza contra los entonces sublevados.
Otro de los poetas afectados por el asesinato de Carranza y la llegada de los sonorenses fue su admirado Ramón López Velarde (1888-1921), quien trabajaba con Manuel Aguirre Berlanga, secretario carrancista de Gobernación. Antes del despiadado asesinato en Tlaxcalantongo (los obregonistas y sus historiadores difundieron la versión de suicidio), abogados de Gobernación, bajo la dirección de Aguirre Berlanga, preparaban una ley mordaza para atajar los ataques anticarrancistas de los periódicos Excélsior y El Universal.
Desde luego que Tablada no publicó nada relacionado con el ambiente militar que se vivía en México entre 1920 y 1921. En estos meses escribió sobre los caricaturistas mexicanos, la teoría de la relatividad de Eisentein, el injerto de glándulas de chivo a hombres para aumentar su virilidad, la violación y muerte de Virginia Rappe en una orgía californiana organizada por el cómico Roscoe Fatty (también referida Anger Kennet en su primer Hollywood Babilon).
En De Coyoacán a la Quinta Avenida: José Juan Tablada (UNAM/FCE, 2012), selección, edición y presentación de Rodolfo Mata, Esther Hernández Palacios apunta que fue efímera la actividad del poeta al frente de su librería. “En 1921 abrió su Librería […] pero cerró el negocio apenas unos meses después. Si tenía que ver con los libros era leyéndolos, coleccionándolos y escribiéndolos…”
En papel membretado de la Librería de los Latinos Tablada le escribió al poeta y periodista cultural Rafael López el 2 de agosto de 1921, lo cual no significa que su negocio librero permaneciera abierto hasta esa fecha, ya que pudo aún utilizar el sobrante papel membretado. El mes casi coindice con lo que recordó Nina Cabrera: a mediados de 1921 Tablada tuvo que liquidar el establecimiento porque un cliente que le debía dinero no pudo pagarle. Para saldar el adeudo el desconocido señor le ofreció a cambio un terreno en las montañas. El poeta aceptó su proposición, “con la idea de construir allí una casita que nos permitiera librarnos de los terribles calores de Nueva York”, escribiría Nina, quien no mencionaría ni ubicaría a los socios de Tablada, ni los clientes ni mucho menos los libros existentes.
El terreno estaba rodeado de un bosque. Tablada dirigió la construcción del “bungalow”, que al principio lo denominaron “El Jacal”. Como sus amigos norteamericanos lo pronunciaban como “Jackal” (chacal) le cambiaron el nombre de “El hongo azul”, poniendo en evidencia las afinidades micológicas del escritor y porque lo pintaron de azul. En sus puertas colocó los siguiente haikais:
Esta fotografía la difundió Nina Cabrera de Tablada, su viuda, en la sección gráfica de su libro Juan José Tablada en la intimidad (Imprenta Universitaria, 1954). La imagen tiene el tamaño de 5 x 7 pulgadas (13 x 18 centímetros), tamaño poco común para incluir en el dorso alguna publicidad como solían realizarlo algunos propietarios para difundir sus negocios, tanto en Estados Unidos como en México.
Durante los años diez y veinte casas musicales y negocios utilizaban la gran difusión de tarjetas postales fotográficas, sobre todo de 4 x 6 pulgadas (10 x 15 cms). El Hotel Niza de la ciudad de México, por ejemplo, utilizó varias postales turísticas para promocionarse. Dos de estas postales las fotografió el francés-mexicano Francisco Lavillete (?-1927), bajo su sello Compañía Industrial Fotográfica (CIF). En el reverso, además del espacio para pegar el timbre, viene la firma de la Imprenta Universal, localizada en la zona de imprentas y papelerías en República de El Salvador. El entonces “hotel de moda”, hoy decorado con quijotes estilo Picasso, sobrevive en el número 61 de la calle de Mesones, casi esquina con Isabel La Católica.
A Rodolfo Mata, coordinador de la antología De Coyoacán a la Quinta Avenida (FCE/UNAM, 2012) y administrador de la página dedicada al poeta le pregunto si al reverso de la fotografía trae alguna información o anotación. Me comenta: “No trae crédito. Lo diría la ficha catalográfica. Efectivamente la fotografía es la que apareció en el libro de Nina, quien donó el Archivo de José Juan Tablada al Centro de Estudios Literarios de la Universidad Nacional Autónoma de México. Seguramente es la original pero no te lo puedo asegurar”.
Debido a la mutilación de los Diarios (recopilados y anotados por Guillermo Sheridan para la UNAM en 1992), es difícil conocer la identidad del fotógrafo si es que lo anotó Tablada. Hay uno probable. A principios de 1920 un reportero gráfico mexicano estuvo en Nueva York y, no sólo eso, sino que era fotógrafo de planta del periódico El Universal y del semanario El Universal Ilustrado, donde el poeta-cronista había dado a conocer “Tres artistas mexicanos en Nueva York”, sobre el vanguardista veracruzano Marius de Zayas, Pal-Omar (José Torres y de Palomar) y Juan Olaguibel.
Mientras Antonio Castro Leal abandonaba Nueva York, el jalisciense Carlos Muñana llega a esa cosmopolita ciudad, enviado por la empresa periodística, con la finalidad de estudiar los nuevos procedimientos de impresión a color, ya que El Universal Ilustrado utilizaba aún tricomía en sus carátulas. Quizá durante su estancia pudo conocer a Tablada y a su mítica librería, que recién abría sus puertas. Muñana ya no regresó a México, murió víctima de la influenza el lunes 22 de marzo de 1920, a la edad de 38 años.
La apertura de la Librería de los Latinos coincide con la irrupción del grupo sonorense opositor del presidente Venustiano Carranza por su imposición de que Ignacio Bonillas lo sucediera en el poder. Ante el amago de fuerzas obregonistas Carranza intentó trasladar su Gobierno al puerto Veracruz. Fue asesinado en mayo de 1920 en Tlaxcalantongo, en la sierra de Puebla.
No es difícil pensar que Tablada escribió en las páginas de su cuaderno correspondiente a ese año contra Adolfo de la Huerta, nombrado presidente interno, y después contra Álvaro Obregón, presidente de diciembre de 1920 a noviembre de 1924. Seguramente sus acres comentarios lo obligaron a arrancar sus comentarios sobre la feroz política mexicana, cuando defendía a su protector Carranza contra los entonces sublevados.
Otro de los poetas afectados por el asesinato de Carranza y la llegada de los sonorenses fue su admirado Ramón López Velarde (1888-1921), quien trabajaba con Manuel Aguirre Berlanga, secretario carrancista de Gobernación. Antes del despiadado asesinato en Tlaxcalantongo (los obregonistas y sus historiadores difundieron la versión de suicidio), abogados de Gobernación, bajo la dirección de Aguirre Berlanga, preparaban una ley mordaza para atajar los ataques anticarrancistas de los periódicos Excélsior y El Universal.
Desde luego que Tablada no publicó nada relacionado con el ambiente militar que se vivía en México entre 1920 y 1921. En estos meses escribió sobre los caricaturistas mexicanos, la teoría de la relatividad de Eisentein, el injerto de glándulas de chivo a hombres para aumentar su virilidad, la violación y muerte de Virginia Rappe en una orgía californiana organizada por el cómico Roscoe Fatty (también referida Anger Kennet en su primer Hollywood Babilon).
En De Coyoacán a la Quinta Avenida: José Juan Tablada (UNAM/FCE, 2012), selección, edición y presentación de Rodolfo Mata, Esther Hernández Palacios apunta que fue efímera la actividad del poeta al frente de su librería. “En 1921 abrió su Librería […] pero cerró el negocio apenas unos meses después. Si tenía que ver con los libros era leyéndolos, coleccionándolos y escribiéndolos…”
En papel membretado de la Librería de los Latinos Tablada le escribió al poeta y periodista cultural Rafael López el 2 de agosto de 1921, lo cual no significa que su negocio librero permaneciera abierto hasta esa fecha, ya que pudo aún utilizar el sobrante papel membretado. El mes casi coindice con lo que recordó Nina Cabrera: a mediados de 1921 Tablada tuvo que liquidar el establecimiento porque un cliente que le debía dinero no pudo pagarle. Para saldar el adeudo el desconocido señor le ofreció a cambio un terreno en las montañas. El poeta aceptó su proposición, “con la idea de construir allí una casita que nos permitiera librarnos de los terribles calores de Nueva York”, escribiría Nina, quien no mencionaría ni ubicaría a los socios de Tablada, ni los clientes ni mucho menos los libros existentes.
El terreno estaba rodeado de un bosque. Tablada dirigió la construcción del “bungalow”, que al principio lo denominaron “El Jacal”. Como sus amigos norteamericanos lo pronunciaban como “Jackal” (chacal) le cambiaron el nombre de “El hongo azul”, poniendo en evidencia las afinidades micológicas del escritor y porque lo pintaron de azul. En sus puertas colocó los siguiente haikais:
El hongo policromo es la sombrilla
De un sapo japonista.
En la verde tahona cuelgas pródigo.
Dorado por el sol ¡oh pan del trópico!
El Tablada neoyoquino, de los treinta, decaía ya un tanto cuando en los menesteres de la carne, quizá en razón directa de su elevación del espíritu. Es uña y carne de Claudio Bragdon, el matemático puro que, por lo caminos de la línea recta ha llegado a las realizaciones exotéricas [sic] de la gran curva de una sola pieza, que es la circunferencia poli-voluminar de la India sagrada…Andaba por tanto el maestro J.J. en garras de Ouspenski y del Tertium Organum, recién traducido por Bragdon…
La Biblioteca de México conserva el Fondo José Juan Tablada compuesto por 42 volúmenes que pertenecieron a la biblioteca personal del poeta, casi todos identificados con su ex libris y varios anotados de su propio puño y letra. Rafael Vargas, subdirector de ese venerable repositorio entre 1991 y 1996, me dice que diversos estudiosos acudieron al acervo y que coordinó el número 6-7 de la revista Biblioteca de México, correspondiente a diciembre de 1991 y enero de 1992, dedicado al poeta vanguardista.
Por ejemplo, me comenta, Adriana García de Aldridge investigó las fuentes orientales en la poesía de Tablada. Esther Hernández Palacios lo consultó para publicar su ensayo “’Antes Tablada: de Li-Po’, que le publicamos en el número doble de la Biblioteca de México, o el de Michèle Pascucci titulado “Hiroshigué versificado: dos poemas manuscritos de Tablada”, publicado por la Universidad de Salamanca. En este ensayo Pascucci trascribió dos poemas manuscritos por Tablada, encontrados en hojas sueltas que habían sido pegadas con cinta adhesiva”.
Seguramente el Fondo José Juan Tablada de la Biblioteca tendrá alguna pista o referencia a la hoy mítica Librería de los Latinos en Nueva York. Habrá que visitarla cuando el Covid-19 lo permita.
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