Xalapa
en
el espejo de su escudo
Jalapa
recibe mayoría de edad cuando se le declara villa en 1791, año en que Carlos
IV, por su real voluntad, quiere que el referido pueblo sea llamado Villa de
Xalapa y como tal se le respete. La categoría de villa le permite privilegios,
como el de jurar el ascenso de un rey y el nombrar un ayuntamiento que la
gobierne. Además recibe como joya el escudo de armas que bien compendia la
botánica intrínseca del pueblo. En la orla del escudo, en fondo de oro,
destacan seis letras, nombre del sitio, intercaladas entre seis tubérculos
enunciativos de la purga llamada raíz de Jalapa, que tuvo renombre en la
farmacopea internacional. Como parangón cabe mencionar que aquí , alrededor de
1890, a fines del siglo XIX, empezó el envasado de un chile regional que tuvo
mucha aceptación por su sabrosura. El chile jalapeño se expandió en todo el
territorio sur de Estados Unidos, donde los productos alimenticios con leve
sabor picante ostentan etiquetas que dicen jalapa flavor.
El reconocimiento de Jalapa como villa en 1791 provino de tardadas
diligencias de sus vecinos, que ya desde 1774 habitaban un pueblo próspero
surgido del privilegiado comercio mantenido durante más de cincuenta años,
contados a partir de 1720 hasta 1776, último año en que Cádiz envió la flota
que descargaba en el puerto de Veracruz, de donde la remesa continuaba a
Jalapa. Un grabado del señalado año muestra la parroquia de San José, luego
otra erecta en la plaza mayor, hoy plaza Lerdo. A un lado del convento de San
Francisco se sitúa la iglesia de Santiago y al fondo de la plaza mayor la plaza
y casa del Rey, espacio que quedó reducido a plazuela del Carbón, ahora
invadida por el llamado “ambulantaje”. También se marcan las garitas de
Veracruz y de México, los lejanos molinos en el rumbo de San Bruno y al sur se
lee Verros, Ciénega cercana a una alameda y una laguna que bien pudiera
identificarse con el actual parque María Enriqueta. Una fuente de agua dulce
desciende por lo que más tarde sería la avenida Clavijero.
Para recordar que el poblado elevado a villa había sido teatro de comercio y ferias de flotas, la parte superior del escudo ostenta el capacete y el caduceo de Mercurio. Les acompaña la cornucopia de Amaltea, alusión a la abundancia de vergeles y flores de la nueva villa, donde se habían construido grandiosas mansiones, como el edificio de dos pisos situado en el inicio de la calle Insurgentes, o la casona que se halla, calle de por medio, como sede del Centro Recreativo, la cual fue posada francesa pintada por Rugendas en 1830. En la cuesta de Alfaro permanece a salvo hermosa casona. Hacia 1839, la marquesa Calderón de la Barca escribe que la ciudad “tiene algunas casas amplias y excelentes”. En esos días de esplendor comercial del pueblo el boato lo constituía el derrame de flores. La marquesa las contempla por doquier como si se vertiese sobre ella la cornucopia representada en el escudo de armas de la villa.
Antes de ese período extraordinario de comercio la villa ya tenía
prosapia. El poblado se situaba en la
ruta de los Virreyes. Esas autoridades desembarcaban en el puerto de Veracruz,
y cabalgaban por la costa hasta la Antigua, de donde ascendían hasta llegar
al descanso en Jalapa, para de ahí proseguir al lugar donde los aztecas
descubrieron el águila, parada sobre un nopal, devorando a la serpiente. El
paso por Jalapa lo inauguró Hernán Cortés el 19 de agosto de 1519 en ruta a la
conquista de la capital tenochca.
La vida cotidiana de la villa transcurre apacible como su clima. La
intervención de Diego Leño resulta tibia en los prolegómenos de la
Independencia. El nombre de Jalapa no está asociado a ninguna gran batalla. Los
jalapeños son reservados, cautelosos, conservadores. Sin embargo, hay sobrada
dignidad cuando la invasión norteamericana de 1847. Diversos viajeros
contribuyen con sus testimonios. El diplomático inglés Ward, dentro
de sus
observaciones
sobre la vida política del nuevo país, anotadas en su libro México en 1827
exaltó en Jalapa: “Esta en el centro mismo de uno de los más magníficos
escenarios montañosos de que se pueda ufanar el mundo”, elogio que comprobó el
pintor alemán Rugendas, enamorado del paisaje mexicano, quien captó la
imponente presencia del Cofre de Perote visto desde la prominencia en que se
asienta la parroquia de San José. También pintó el elevado convento de San
Francisco. Y entro en la Posada francesa para registrar su impresión de una
tarde voluptuosa. Eso fue en 1830, y en 1839, cuando se reanudaban las
relaciones entre España y México, la esposa del ministro plenipotenciario se
embelesaba en las flores pero por encima de ellas, con el paisaje, “… por todos
lados se contempla uno de los panoramas montañosos más
esplendidos del mundo”. Utilizó la
tonante voz mundo, al igual que Ward, y además señalo que por todas partes.
Antes, en 1803, Humboldt había contemplado una panorámica circular, trepado en
la torre del convento de San Francisco. Con el tiempo el paisaje a la redonda
fue mermando, reduciéndole su condición de atalaya al parque Juárez, construido
sobre las ruinas del convento. En 1555 los franciscanos lo habían inaugurado en
una elevación dominante. La belleza era indiscutible, pues en 1841 el
estadounidense Mayer sintió que el mismo efecto causaban Nápoles y Jalapa. El parque Juárez construido
en 1886 se convirtió en belvedere.
La devoción por la montaña se manifiesta en el escudo de armas. En
medio del cuartel principal se alza un racimo de cinco cerros, llamado, en
idioma mexicano, Macuiltépetl, emblema de la villa, “a cuyo pie se halla Xalapa”
Tal parece que los vecinos promotores del escudo de armas intuyeron que en la
ladera oriental se originó la villa, cuando menos un milenio antes de la era
cristiana. En el antiguo asentamiento se construyó una pirámide cerca de una caverna de rituales que hoy han
denominado Cueva de la Orquídea, nombre sugestivo que evoca la denominación de
Ciudad de las flores.
En el escudo de armas al Macuiltépetl, lo timbra un hermoso lucero del cual se especifica “astro que hace a
aquel pueblo, o influye un temperamento benigno, apacible y templado”. De
manera que el planeta Venus es causa del clima que goza la ciudad. Y Venus
viene a ser también una expresión del paisaje jalapeño, pues en ciertas noches
derrocha brillantez, que aunada a la blancura de los jazmines y de la luna, han
inspirado la canción heráldica de esta ciudad. Es entonces cuando podemos
afirmar que hoy 18 de diciembre, aniversario número doscientos diez, del
otorgamiento del escudo concedido a Jalapa y del reconocimiento de su categoría
política de villa, que el escudo es un documento que transparenta la historia y
la belleza de la ciudad, y podemos afirmar también que el temperamento apacible
ha dado frutos en las artes. Si bien la ciudad no es famosa por batallas, si lo
es por haber sido cuna del movimiento
estridentista o sede del Festival Internacional Pablo Casals; y también por su
posesión de bienes culturales como la
magnífica Orquesta Sinfónica de Xalapa, la más antigua del país; el Museo de
Antropología, que a la par del Nacional, son dos instituciones iluminantes; su
estadio, inaugurado en 1925, que sobresale por su construcción en una formación
natural, con vista a la bella ciudad, sin olvidar que en Jalapa se estableció
en 1843 un colegio de segunda enseñanza con carácter nacional: el conocido
Colegio Preparatorio; la Escuela Normal, fundada en 1886, que fue cuna de la
primera reforma educativa nacional. Característica de la ciudad son sus
múltiples centros educativos. Y para el cuidado del entorno aquí se estableció
un Instituto de Ecología de orden nacional. En resumen, aquella villa
reconocida como tal en 1791, llegó a la categoría de ciudad en 1830 y continúa
en una ruta de creación nimbada por la excelencia del paisaje, del clima
alabado en su escudo y por la inteligencia de quienes la habitan.&
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