miércoles, 5 de mayo de 2021

REVISTA 124 Noviembre Diciembre 2020

 

REVISTA 124 Cultura de VeracruZ

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Revista de Literatura Contemporánea

 Director

Raúl Hernández Viveros

Subdirector

Alberto Hernández Vásquez

Administrador

Mario Hernández Vázquez

 REVISTA Cultura de VeracruZ, Año XXIII, No. 124,  Noviembre / Diciembre 2020, es una publicación bimestral.

www.nuevaepoca.blogspot.com / culturadeveracruz@yahoo.com.mx

Editor responsable: Alberto Hernández Vásquez. ISSN, en trámite. Licitud de Título: (en trámite). Número de Licitud de Contenido (en trámite). Impresa por Ediciones Cultura de VeracruZ, Altamirano No. 35, Col. Centro, C.P. 91000, Xalapa, Ver. Este número se terminó de imprimir el 26 de diciembre de 2020, con un tiraje de 1000 ejemplares. 

Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación. Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización del Instituto Nacional del Derecho de Autor. 

 


INDICE

2 Adán Cabral  Sanguino

Dos cuentos

4 Pedro M. Domene

Andalucía era una fiesta

6 Edmundo López Bonilla

Redescubriendo un niño

11 Pichi

12 Carlos Roberto Morán,

Medio siglo con Borges, de

Mario Vargas Llosa

14 El revés de la trama de Graham Greene

16 Marco Antonio Acosta

Rebeldes lamentaciones de Rosarioi Castellanos

19 Ernesto Paz León

De moteles y  otros rincones del deseo

 

 

PICHI

     Edmundo López Bonilla

 

 


 

 

No he podido establecer de qué modo Pichi llegó a la casa. Quizá fue un regalo para Amina; o un deseo cumplido a Renato; o un encaprichamiento de Eliseo. Acaso, Silvina lo admitió como recuerdo de los dos gatitos, que recién casada tuvo en el rancho. A la distancia de los años, me parece que llegó como llegan, traídas por las ráfagas de viento, esas semillitas gráciles desprendidas de aquellas esferas del Diente de León cuyos sutiles pelos la sostienen y la mecen suavemente siguiendo la derrota invisible de las corrientes. Pueden ser cualquiera de esas posibilidades.

Por la razón que fuese, Pichi, desde el primer día, fue dueño de la casa. Paseaba su menuda figura, algunas veces con andares cautelosos, indagando no sé qué; otras, deambulaba con la confianza de quien se sabe poseedor de algo, y ese algo era todo el territorio que descubrían sus ojos:    muebles, las personas.

Algún día no apareció cuando le silbé, pensé que más tarde se presentaría, como muchas veces lo hizo, cuando por fin el sueño lo soltara de su tibio abrazo, que estiraría todos sus músculos mientras bostezaba y el pelo del lomo se le erizaba y aun las minúsculas garras asomarían por entre los colchoncitos de las patas. Porque esa es una de las últimas imágenes que han pervivido a través del tiempo.

Cuando miro las películas en las que sus primos, menudos o enormes, acechan a sus presas en ese sigiloso acoso hecho de silencio, acude a mi mente la otra imagen: la de Pichi, y vuelvo a recordar cómo se deslizaba con cautela, como en una burbuja de silencio; cómo sus ojos no perdían de vista su objetivo; cómo las orejas se movían captando los ruidos; cómo había saltado sobre el escritorio y cómo se había convertido en una peluda estatua que sabía que aquel ruido, ese movimiento se reanudarían, mientras, únicamente se adivinaba la vida en el leve juego de sus pupilas y un casi imperceptible oscilar de la terminación de la cola, y el ataque ocurriría cuando alguno de mis dedos hiciera saltar la primera tecla, y entonces la estatua cobraría vida.

 


 

Ganado por el instinto de la caza, los tibios cojincitos de las patas caían sobre el dedo que fugazmente tocaba una y otra y otra tecla… y así seguiría en ese juego de ruido y movimiento, que interrumpía el juego de mis ideas y su materialización en el papel. Arriba y abajo, a la derecha, a la izquierda,    su  mirada  atenta guiaría  la   pata  que trataba de apresar los dedos que veloces, se desplazaban sobre las letras, para formar las hileras de palabras que finalmente serían el reflejo de mi pensamiento.

El tiempo transformó al cachorrito en gato joven, su adolescencia le hizo cambiar sus hábitos y descubrió que el mundo se extendía fuera de su casa. De una de tantas excursiones no regresó. Nuevos amores o peligros desconocidos lo desterraron del territorio de su cachorrez.

Hoy he podido escribir esto sin interrupción porque hace mucho tiempo ese algo se lo llevó. Pero en la evocación, sigo recordando el vibrar casi eléctrico de su pelaje gris manchado de blanco al iniciar el acecho, los ojos amarillos de mirada inquisitiva, los radares de las orejas orientados al sonido y el salto de minino casi de juguete en afán de atrapar los dedos que se escapaban sobre el teclado de la vieja Olivetti. Pequeñito y ágil… porque así vuelve siempre a mi imaginación.    

 

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