viernes, 28 de junio de 2019

Revista 106, Noviembre/diciembre 2017

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Guillermo Landa
LA CICATRIZ

343 Die worte,  mit denen ich meine Erinnerunq  ausderucke sin meine

'Erinnerungsreaktion.

LUDWIG  WITTGENSTEIN.    Philofosophische Untersuchunqen.

343.   Las palabras con las que expreso mis recuerdos son mi reacción de mi recuerdo.

LUDWIG   WITTGENSTEIN.   

 Investigaciones  filosóficas
En  una  noticia  de  familia  no  divulgada   en  esta  comarca  hay  un objeto  que  marcó  para  siempre  la vida  de  un  niño: Una  mojarra,   ese machete corto  que no  busca  la sangre   caliente  de  los  rijosos, sino  el plantío  de   caña   criolla,  la Saccharum oficinarum, para cortar su abundoso  cultivo y elaborar  panela  en el trapiche del abuelo Benjamín Velásquez  o  hacer la fermentación alcohólica de la  melaza  sacando aguardiente de 72 grados de fuerza  en un alambique  sencillo,  sistema Deroy.

El escuincle, que vacacionaba en los  cálidos  parajes  del   rancho "La  Piña" y daba  en ser goloso  como todo  mozuelo, se abre  paso entre los surcos del bochornoso sembrado,   empuña  con la mano  izquierda   el erecto  tallo  meloso  de  una  caña,   al  mismo  tiempo  que  con la diestra agarra la filosa mojarra,   emblema    de  la  zafra,  para  asestar   un  golpe sesgado  tajándolo hasta dejar pelada su blanca  desnudez  azucarada; pero  un  ínfimo, involuntario  desvío  de la cortadora  afilada  cercena  la envoltura  del  metacarpo  de  la mano  izquierda;  por  la herida  bermellón borbollonea el  mismo  azoramiento   infantil que causaba la vista de las sanguinolentas carnicerías de los Ángeles   Vallejos, los  López  y  los Espejos, tablajeros   estimadísimos  por  la comunidad   huatusqueña    aun por los vegetarianos.

En este punto del accidente  desgraciado  queda  prohibido  el paso al   relato   fantasioso. El   tío   Benja ordenará   al   herido  que   se  orine, repitiendo, sin saberlo,  la propia formula  de Herman  Boerhaave  alumno en 1628  de  la  Escuela  Latina  de  Leyden, que  oficiaba  como  médico    a los  16 años;    preparará  una  motita  con algunos  hilachos  del telar   de la -Epeira  diadema  (pudo   ser   del  Thomisus   viaiticus   o  del  thomisus cambridgii) para  taponar  la grieta corpórea  por donde estuvo  a punto de  salírsele  el corazón. Ahora que destapona  sus   recuerdos   se explicaría que.  merced  a esa práctica   rural sobre  el  uso adhesivo de las telarañas para  evitar el desangramiento, desistiera de  chuparse   la  hendidura y paladear  el  dulce sabor  de la  hemoglobina.

Cual  vestigio   de  aquel  hecho  pugiente   de  la  niñez  sólo  queda  la verrugosa   cicatriz  en bisel  de setenta  y cinco  años  que no da pábulo   al olvido. Así es como  aparece  de nueva cuenta  la  escena  donde  escurría una  espesa   lombriz   de  sangre, que fuera  confundida   con  un  Elaps fulvus, mas  pareciera   una  Arion  hortensis  o  quizá,   por  su  reptante largor semejaríase  a una  Limax maximus (el dedo como gasterópodo sanguinolento)   baboseando el arco palmar de la mano izquierda.

La  picadura  y el  dolor   alojados    en  la oliva   bulbar  (¿ ?)  hacen  su camino  de  regreso   para  indicar    que  el  coralillo    mordió*;   pero  el  ojo advierte   que el agresor  fue  el brazo  derecho  sobre  la  caña:  el denuedo para pelar se transformó  en filo  para  herir.

Un  insecto  con  reflejos   verde   obscuro  y    azul  metálico,  con   tres rayas   negras  en  el

dorso,  entre  las  alas   y  con  cabeza  roja comenzó  a revolotear sobre la impaciencia    del  lesionado; tal  vez se tratara de una Lucilia   Macellaria que hubo olfateado y devisado     desde muchos kilómetros a  la  redonda   el   olor   dulzón   y  violáceo de  la  herida.   Esa moscarda lo condujo   hasta  un  recodo  de  la memoria colectiva junto  a otro  ejambre   necróforo   abonando  la  carroña   del  jefe  de  la  policía el "Neqro"  Palacios    y   sus   esbirros,     quienes orfandaron a   la  grey huatusqueña  de su padre Cama asesinado  en Junio de 1929**.

Sin esperar a que cicatrizara la lesión   causada por el indeliberado machetazo.   cuando  apenas una escama  castaña encarnada  recubría  a la  cortadura,   retomó  sus  estudios    de piano   con  Ejercicio para los dedos de la mano  izquierda del Método  preparatorio   para   piano  por  FERD BEYER:  siguió   con  especial   empeño,  bajo   la supervisión de  la madre doña  Consuelo, los Ejercicios de  la  colección Le  Pianiste virtuose de Monsieur Charles  Louis  HANON,  Maestro  Compositor Honorario  de  la Academia Pontifical de Sta. Cecilia de Roma. Sin que pretendiera  ser un ejecutante   profesional,  ya  en  la   adolescencia, continuó  con  los  "Cien estudios  de piano”   del Erster Lechrmeister  Carl  Czemy,  cruz y delicia   de los   aprendices  de pianista. Como todo diletante sabe, este compositor  y escritor   vienés   aprendió  el   arte  musical con su padre, fue  alumno de Beethoven  y  maestro   de   Franz   Liszt. ¡Qué  generación de  genios! Repasar los Uben mit dem Bab-clef del austríaco, ascender y descender sobre  el  teclado  blanco-negro  las escalas  del francés  fueron la práctica doméstica del joven  huatusqueño.   La salvatela, vena  que  pasa  por el meñique,  pulsaba  a la misma  velocidad  con  que  se inicia todo  arpegio descendente  de la mano izquierda que ahora ostenta su tersa cicatriz.
*Aquí  conviene  citar una anotación  de Wittgenstein   (1953:428-431) que concierne a sensaciones   cinestésicas   con  especial   referencia  al dolor   cuando  dice:  "der  Charakter   eines   Schmerzes  uns  uber den  Sitz der  Verletzung Belehren"   (el  carácter   de  un  dolor  nos  puede  instruir sobre el  lugar  de la herida).


**Clara alusión a la Guerra  Cristera.

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