Edgar Aguilar
Entrevista con
Paula
Carbonell
Licenciada
en Humanidades por la Universidad de Castilla-La Mancha, Paula Carbonell
(Valencia, España, 1970) es ante todo narradora de historias y escritora de
libros infantiles. Miembro de la Asociación de Narradores Profesionales en
España, ha publicado El viaje de las
mariposas (2006), Buscando el Norte (2008), Un perro y un gato
(2011), Gallito Pelón (2013), Un día en el mar (2014) y El
dragón (que no era verde) (2015). Recientemente visitó nuestro país
para participar en diversos festivales de cuentacuentos y presentar su más
reciente libro, El más rápido (Lóguez Ediciones, 2016).
¿Qué características debe reunir
un buen narrador o contador de cuentos?
Creo que principalmente debe tener buenas historias en su bolsillo.
Partimos de allí, debe haber una buena historia, una buena búsqueda, tanto de
la tradición como adaptación de cuentos literarios. Luego tiene que haber una
buena escucha. En la narración es fundamental el público. Por eso es necesario
poder ver al público, mirarlo, estar atento; incluso normalmente los
espectáculos de narración son mucho más versátiles: hay que ser capaces de
mirar, de contar y de escuchar al público y lo que necesite, así como de
cambiar en un momento determinado la historia a otra, porque ves que son mucho
más pequeños de lo que tú habías pensado, o mayores, y tienes que ser capaz de
adaptarte.
Aunque tu trabajo está más
orientado al público infantil.
Sí, porque en España prácticamente todo lo que se programa, o la mayor
parte de lo que se programa, son funciones infantiles.
Inicialmente te desempeñaste
como promotora de lectura, y posteriormente pasaste a contar cuentos. ¿Cómo fue
este proceso?
Yo hice máter de promoción de la lectura y la literatura en la
Universidad de Castilla-La Mancha; era el primer máster en España que había
sobre literatura infantil y juvenil, y en el proceso tuve la oportunidad de
participar en un taller en la biblioteca de Cuenca, trabajando la promoción
lectora, y de manera natural se pasa a contar cuentos, empiezas con los más
pequeños, pero luego ves que los mayores también están ávidos de historias, y
continúas. Y bueno, me preparé, estuve en distintos talleres, también de
teatro, de clown, y es encontrar tu manera de narrar. Creo que un buen narrador
es el que encuentra su propio estilo. En el teatro vas mucho más encorsetado,
hay un director; en narración eres tú, cuentas desde ti, desde quien tú eres,
si no seguramente estás haciendo un personaje y estás falseando. ¿Cuándo
suceden los cuentos, las ganas de contar? Seguramente desde que el hombre tiene
el uso de la palabra, lo que pasa es que ahora como que se ha profesionalizado.
Imagino que en lo que haces hay
mucho de improvisación, entendiendo el término con el significado que le damos
en teatro.
No es una cuestión de improvisación, que también la hay, quiero decir,
tú juegas con las cosas que suceden con el público, pero eso no es improvisar.
Lo que ocurre es que tú estás escuchando, estás viendo a un niño que está llorando,
que está desesperado porque está buscando a su mamá, a lo mejor lo coges y lo
estás metiendo en el cuento porque tienes a otras 60 personas que no puedes
dejar de atender, entonces coges al niño y dices “y estaba buscando a su mamá”,
entonces la mamá te saca el braza y te dice “aquí”, entonces tú vas, se lo das,
pero no dejas de contar la historia.
Además de narradora de cuentos,
escribes libros para público infantil. ¿Encuentras una relación entre escribir
y contar?
Creo que son dos actividades diferentes. No cabe duda que la palabra
escrita suele ser la memoria de la palabra dicha. Pero creo que son dos
registros muy diferentes, que tienen recursos muy distintos, quiero decir, uno
puede ser un maravilloso escritor y un narrador espantoso. En la narración
estás al servicio de un público que te escucha, en la escritura seguramente vas
a dejar que interpreten mucho más, tú ya no vas a estar en el proceso en el que
el lector lee.
¿Qué tan importantes son las imágenes
cuando narras a un público?
Yo cuento con imágenes porque cuando cuento mis libros, las historias
de mis libros, no quiero renunciar a las ilustraciones. Se trata de buscar un
formato que me permita contarlo con las imágenes. No voy pasando las páginas
del álbum, sino que adapto algunas de las ilustraciones del libro para que me
sirva a mi manera de contar. Normalmente cambio la estructura, puedo variar el
orden, seguramente reducir mucho más de lo que hay en el libro; no voy a poder
mostrar todas las ilustraciones, voy a hacer una selección, pero estoy
adaptando a mi discurso narrativo las imágenes, no al revés. Para cada caso
trato de buscar un formato que se adapte específicamente a ese cuento. Es
esencial que para contar no te estorbe nada; si algo estorba en el contar y
andas muy enredado y te distrae mejor descártalo. Y eso te lo da normalmente el
ensayo, la práctica o el propio contar.
En tu caso, ¿es más fácil
valerse de animales a la hora de escribir historias para niños?
Bueno, fíjate una cosa. En El más
rápido hay un guepardo que no está en el texto. Yo nunca me imaginé un
guepardo en ese cuento. Fue la ilustradora quien hizo esa aportación, que es
maravillosa, pero no fui yo. En El viaje
de las mariposas aparecían insectos. Ese cuento en realidad era un homenaje
a un cuento que me contaban de niña, que después he hecho una versión, que es Gallito Pelón, y El viaje de las mariposas no deja de ser lo mismo, un acumulativo
en que se va encontrado amigos por el camino, un poco mi manera de entender la
vida. En el Gallito Pelón me gustaba
la metáfora de que se lo va comiendo todo; todo lo que nos “tragamos” en esta
vida al final nos sirve de una manera, incluso lo malo. Lo bueno y lo malo
siempre te va a servir después. Y sí, es verdad, con animales es más fácil a
veces. &
(Fotografías tomadas del sitio
web de Paula Carbonell: https://paulacarbonell.com)
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