lunes, 15 de mayo de 2017

REVISTA 101

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Álvaro Brizuela Absalón



FÉLIX BÁEZ-JORGE[1]


EL CAMINAR
DEL ANTROPÓLOGO


Para el Tigre Mayor: Félix Báez-Jorge

En el andar del antropólogo, en el cruce de caminos, volvemos la mirada a ese encuentro con el otro, sí, con el nombrado informante del antropólogo, que, en mi caso, lo considero como un colaborador del proyecto de investigación, y fue en ese andar, que me encontré con un personaje entrevistado por Félix Báez-Jorge  en San Pedro Soteapan, Veracruz, me refiero a Don Mauricio Sagredo, un hombre de hablar pausado y conocedor de su cultura popoluca zoqueana. Este encuentro lo relaté en una carta que le escribí a Félix el dos de junio de 2014, de ella, voy a leer un fragmento, dice así:
Félix, cuánto nos abrazan los caminos cuando vamos  al  encuentro con el otro, que somos nosotros. Somos el espejo del otro cuando conversamos, cuando se escriben sus relatos. Nos volvemos atemporales cuando en la entrevista, el entrevistado trae ese pasado al presente. En ese momento atemporal, se recrean  imágenes de otro tiempo, es el momento cuando el otro relata esos paisajes reconfiguradores, el antropólogo, con asombro, va a transcribirlo como algo nuevo.
Aún recuerdo la primera vez que estuve en San Pedro Soteapan, fue en junio de1970. Unos días antes, estaba en Oluta haciendo una entrevista, y les decía a los señores de la casa, de aquí,  me voy a Soteapan, ellos exclamaron: ¡no muchacho!, no es bueno que vayas para allá, aquí te quedas con nosotros, y podemos conversar de lo que quieras. Les respondí que no podía hacer eso, que yo tenía que ir, porque así lo había programado. Es que dicen que allá se comen a la gente, son malos. Hubo más advertencias que llamaron mi atención, y alentaron mi curiosidad. En un restaurante en la carretera (de Acayucan a Coatzacoalcos), le decía a un señor, mañana voy a estar allá arriba, en Soteapan, y él me dijo que no fuera.
Con esas advertencias, fue mayor mi interés, y me dije, pues ahora, voy. Y sí, cuando llegué, sentía un ambiente un tanto tenso, de miradas de desconfianza, llegué al Ayuntamiento, me presenté, y me dijo uno de los señores , pon tus cosas ahí, mochila, grabadora, y demás útiles, los dejé sobre costales llenos de frijol, entonces me dijeron,   vete a casa del Mayordomo, ahí te van a dar de comer, y sí, llegué a la casa, afuera mesas y bancas, saludé, me presenté, y me dieron de comer del guiso de res que se ofrecía.
Después de leer acerca de lo que aconteció en la región de Soetapan en tiempos del Gobernador Juan de la Luz Enríquez (1888), los reclamos sociales no atendidos, y que ellos se hicieron justicia por su propia mano, protesta que culminó con represión, homicidio y cárcel por las fuerzas públicas del gobierno del estado; entonces comprendí el porqué de esa expresión de desconfianza, que las miradas para el extraño que en ese momento era yo, las sentía como hostiles. Después, ya fue otra sensación, con Don Juan, un lugareño que conocía a mi padre Rafael Brizuela Pereyra, esto por sus viajes en peregrinación a pie y a caballo con rumbo a Catemaco para la celebración de la Semana Santa, tiempo de alegría, y la Semana Santa, tiempo de luto.



[1] Fragmento de ponencia: XI Congreso de la Red Centroamericana de Antropología. Escuela de Antropología de la Universidad de Costa Rica. San José Costa Rica. Febrero 28 de 2017.



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