
Álvaro Brizuela Absalón
EL CAMINAR
DEL ANTROPÓLOGO
Para el Tigre Mayor: Félix Báez-Jorge
En el andar del antropólogo, en el cruce de caminos,
volvemos la mirada a ese encuentro con el otro, sí, con el nombrado informante
del antropólogo, que, en mi caso, lo considero como un colaborador del proyecto
de investigación, y fue en ese andar, que me encontré con un personaje
entrevistado por Félix Báez-Jorge en San Pedro Soteapan, Veracruz, me refiero a
Don Mauricio Sagredo, un hombre de hablar pausado y conocedor de su cultura
popoluca zoqueana. Este encuentro lo relaté en una carta que le escribí a Félix
el dos de junio de 2014, de ella, voy a leer un fragmento, dice así:
Félix, cuánto nos abrazan los caminos
cuando vamos al encuentro con el otro, que somos nosotros.
Somos el espejo del otro cuando conversamos, cuando se escriben sus relatos. Nos
volvemos atemporales cuando en la entrevista, el entrevistado trae ese pasado
al presente. En ese momento atemporal, se recrean imágenes de otro tiempo, es el momento cuando
el otro relata esos paisajes reconfiguradores, el antropólogo, con asombro, va
a transcribirlo como algo nuevo.
Aún recuerdo la primera vez que estuve
en San Pedro Soteapan, fue en junio de1970. Unos días antes, estaba en Oluta
haciendo una entrevista, y les decía a los señores de la casa, de aquí, me voy a Soteapan, ellos exclamaron: ¡no
muchacho!, no es bueno que vayas para allá, aquí te quedas con nosotros, y
podemos conversar de lo que quieras. Les respondí que no podía hacer eso, que
yo tenía que ir, porque así lo había programado. Es que dicen que allá se comen
a la gente, son malos. Hubo más advertencias que llamaron mi atención, y
alentaron mi curiosidad. En un restaurante en la carretera (de Acayucan a
Coatzacoalcos), le decía a un señor, mañana voy a estar allá arriba, en
Soteapan, y él me dijo que no fuera.
Con esas advertencias, fue mayor mi
interés, y me dije, pues ahora, voy. Y sí, cuando llegué, sentía un ambiente un
tanto tenso, de miradas de desconfianza, llegué al Ayuntamiento, me presenté, y
me dijo uno de los señores , pon tus cosas ahí, mochila, grabadora, y demás
útiles, los dejé sobre costales llenos de frijol, entonces me dijeron, vete a casa del Mayordomo, ahí te van a dar de
comer, y sí, llegué a la casa, afuera mesas y bancas, saludé, me presenté, y me
dieron de comer del guiso de res que se ofrecía.
Después de leer acerca de lo que
aconteció en la región de Soetapan en tiempos del Gobernador Juan de la Luz
Enríquez (1888), los reclamos sociales no atendidos, y que ellos se hicieron
justicia por su propia mano, protesta que culminó con represión, homicidio y cárcel
por las fuerzas públicas del gobierno del estado; entonces comprendí el porqué
de esa expresión de desconfianza, que las miradas para el extraño que en ese
momento era yo, las sentía como hostiles. Después, ya fue otra sensación, con
Don Juan, un lugareño que conocía a mi padre Rafael Brizuela Pereyra, esto por
sus viajes en peregrinación a pie y a caballo con rumbo a Catemaco para la
celebración de la Semana Santa, tiempo de alegría, y la Semana Santa, tiempo de
luto.
[1] Fragmento de ponencia: XI Congreso de la Red Centroamericana de
Antropología. Escuela de Antropología de la Universidad de Costa Rica. San José
Costa Rica. Febrero 28 de 2017.
No hay comentarios:
Publicar un comentario